“Hijo mío, guarda mis razones, Y atesora contigo mis mandamientos. Guarda mis mandamientos y vivirás, Y mi ley como las niñas de tus ojos. Lígalos a tus dedos; Escríbelos en la tabla de tu corazón.”
Proverbios 7:1-3
En un partido de fútbol que había sido pactado con la participación de 22 niños pequeños. El árbitro había entrenado a los niños durante todo el año. Sin embargo por alguna razón a las 2:30 pm aún el no había llegado y los pequeños no podían esperar más.
Presionaron a uno de los padres para que suplantara al árbitro, pero no tenía silbato, no había marcas para los límites del campo de juego y se sabía las reglas mucho peor que alguno de los niños.
El juego pronto cayó en un caos total. Algunos gritaban diciendo que el balón estaba dentro, otros que había caído afuera, y ante la inseguridad dejó que la situación siguiera su curso. Luego comenzaron las faltas. Algunos exclamaban: «Falta». Otros decían: «No hay falta». Y el no sabía quién tenía razón, así que una vez más dejó que el juego siguiera. Luego los niños comenzaron a accidentarse.
Cuando al fin el árbitro llegó, había tres muchachos lesionados en el suelo y todos los demás gritaban, ¡en especial contra el padre suplantador del árbitro!
Pero en el momento en que llegó el verdadero árbitro, hizo sonar su silbato, armó los equipos, les dijo dónde estaban los límites y puso las cosas bajo un control absoluto. Los muchachos entonces disfrutaron de un grandioso juego de fútbol.
¿Qué cree usted?
¿Los niños eran más libres sin las reglas o realmente eran menos libres sin ellas? Sin ninguna autoridad efectiva podían hacer exactamente lo que quisieran. El resultado fue que los participantes estaban confundidos, resultaron lesionados y el ambiente se tornó en un caos. La pasaron mucho mejor cuando el juego se llevó a cabo de acuerdo con las reglas propias del fútbol. Dentro de esos límites, fueron libres para disfrutar del juego. Las reglas del fútbol no están diseñadas para quitarle diversión al juego, se pensaron para permitir que el juego pudiera
disfrutarse al máximo.
Las «reglas» de Dios son Sus límites para la vida, surgidas de su amor por nosotros. Muy bien pensadas y escritas. Seguir las «reglas» de Dios es el camino hacia una vida en toda su plenitud. Sus límites no están diseñados para restringir nuestra libertad o amargarnos la existencia. Al igual que las reglas del fútbol, las «reglas» de Dios no impiden el disfrute del juego. Por el contrario, permiten que el «juego de la vida» se disfrute al máximo y el ambiente que nos rodea sea propicio para nuestras victorias.
Dios te ama. No quiere que sufras lesiones, ni que compliques tu vida, ni tampoco la vida de los demás. Esa es la razón por la que te ofrece su manual de instrucciones y advierte sobre los peligros de vivir fuera de sus límites de amor. Si sobrepasas los límites el sonará su silbato y anotará las faltas porque el lleva por «El Libro» las reglas del juego.
Pedro lo resumió en los siguientes versos...
“Porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos; como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios. Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey.” 1 Pedro 2:15-17
Nuestros padres, nos crían con amor, pero eso no significa, que por amor nos permitan hacer todo lo que querramos , ,"Mi madre decía, que había límites en la casa,"y que ella los ponía, porque ahí bajo su techo no se hacía lo que uno quería, porque era el techo que ella y mi padre sostenían, y el que estuviese tenía que regirse por sus reglas y límites, aún si uno aportase, no importaba, para ellos , su casa no se convertiría en "caos" en un desbarajuste", No! Eso no pasaría. Así que Pastora ahora puedo entender con claridad, sensatez, que verdaderamente si Dios no está en control y pone o tiene límites en como debemos actuar o comportarnos, sino…