La voz de Dios que hoy comparto en Mis Letras va dirigida a quienes quieren vivir una vida destetados.
En verdad que me he comportado y he acallado mi alma como un niño destetado de su madre; como un niño destetado está mi alma (Salmos 131:2 ).
Este Salmo de David habla de un niño, pero contiene la experiencia de un hombre en Cristo.
Cuando la madre da el pecho a su bebé se establecen unos lazos muy fuertes que duran toda la vida. El niño recibe mucho más que la leche. Está conectado a la madre, come de su cuerpo, siente su olor, el calor de su cuerpo, su respirar, el latir de su corazón, está siendo abrazado al comer y son como uno. Cuando es destetado, protesta. Se queja. Pero aceptar el cambio es parte del proceso de maduración. Es destetado, pero no abandonado. Ya no es un bebé y está aprendiendo a andar, pero tampoco es un adulto independiente. Necesita aprender a confiar en su madre en esta nueva etapa de la vida. Ella está presente y pendiente de todas sus necesidades.
El salmista se compara con un niño destetado y él no está quejándose y ansioso porque ha sido destetado, sino que está quieto y confiado: “He acallado mi alma como un niño destetado de su madre”.
Es una etapa interesante entre estar totalmente indefenso, y la aparente independencia.
No todo hijo de Dios puede ser destetado pronto. Algunos son niños que maman cuando uno podría esperar que ya fueran padres; otros son difíciles de destetar, y lloriquean, gritan y patalean; se enfurecen contra la disciplina de su Padre Celestial.
Cuando creemos que ya hemos sido destetados, descubrimos con tristeza que los antiguos apetitos han sido adormecidos más bien que muertos, y empezamos a llorar de nuevo pidiendo el pecho al que ya habíamos renunciado. Como pastora, puedo asegurar que esto ocurre con demasiada frecuencia.
Ser destetado da la idea de crecimiento, pero no descarta la realidad de la dependencia.
Ser destetados describe nuestra relación con Dios. Cuando somos destetados y nuestra vida espiritual está en un estado óptimo de desarrollo y madurez, obviamente ya no somos bebes, pero tampoco nos hemos desentendido de Dios, ni Él de nosotros. El creyente al madurar, nunca madura para ser independiente de Dios, sino para entrar en una relación de confianza con Él, al aprender a defenderse y hacer por sí mismo las cosas que puede, y dejar a Dios lo que sólo Dios puede hacer.
El Señor no nos trata como indefensos bebés, sino como hijos pequeños, madurando, pero siempre teniendo necesidad de Él.
Necesitamos tener humildad para no pensar que, porque estamos aprendiendo a andar, pues ya lo dominamos todo. Hay muchas cosas que no entendemos: “Jehová, no se ha envanecido mi corazón, ni mis ojos se enaltecieron; ni anduve en grandezas, ni en cosas demasiado sublimes para mí” (v.1).
Necesitamos la humildad de un niño para aceptar que hay cosas demasiado sublimes para nuestra mente finita, no podemos explicarlo todo. No hay que tener un tipo de sistema teológico y meter todo dentro para poder explicarlo y dominarlo. Lo mismo con el sufrimiento de la vida: siempre tendremos muchas incógnitas. No entendemos por qué nos pasan cosas que nos provocan dolor profundo. La humildad no da lugar a la aflicción, razonamiento, a dar mil vueltas y exigir explicaciones a Dios; nuestra actitud es más bien la de quien reconoce que no entenderá ciertas cosas hasta que lleguemos al cielo, y mientras tanto, se confía y se espera en el Señor. Como el niño destetado confía en que aunque no sea ya amamantado, su madre aun cuida de él. “Espera oh Israel en Jehová, desde ahora y para siempre” (v. 3).
El creyente destetado y maduro ha cultivado estas cosas; humildad, confianza en Dios, quietud de alma en cuanto a todo lo que no entiende, y esperanza para el futuro. Esto no es un optimismo humano, sino fe en que Dios estará conmigo no importa lo que el futuro depara; en todos los cambios que trae la vida, desde ahora y para siempre, Él me cuidará y ayudará.
Saber que vamos siendo destetados de nuestra Madre, nos llevan a pensar que eventualmente creceremos y aprenderemos a valernos por nosotros mismos, porque aunque no dejemos de ser desatendidos por Ella, en El proceso de la vida Dios y como Todo lo hizo Perfecto, pues eventualmente tendremos que estar preparados, para cuando ya esa atencion no Este presente. Sin embargo con Dios tambien en UN momento dado somos destetados y ya avanzamos a la madurez, tal vez Unos mas aprisa que otros, ya que somos diferentes, pero aqui lo Maravilloso es que aun cuando estamos destetados de Dios , esa atencion de El hacia nosotros sera por siempre, pues El es eterno y desatendidos nunca estaremos, estara siempre pendient…
Así como el águila sabe que sus polluelos están listos para volar y les mueve o sacude el nido para obligarlos a saltar y aprendan, pero no los deja, sino que sigue volando cerca de ellos, por si no pueden, rescatarlos, así también nuestro Padre Hermoso nos desteta para que maduremos y crezcamos en El, pero siempre cerca de nosotros para cuando necesitemos Su ayuda. En nuestras pruebas, muchas veces sentimos que Dios no está, Pero simplemente nos está dando espacio para desarrollar las capacidades, talentos y dones que El mismo nos entregó. 🙌🏼 Debemos confiar que no estamos solos. Dios siempre está. Salmos 46:10 nos dice; “Estad quietos y conoced que Yo Soy Dios”