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ALAS DE LA FE


Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos.” (Hebreos 11:1-2)


Sobre las alas de la fe, es la Voz de Dios que hoy comparto en Mis Letras.


Sabías que tu corazón tiene un promedio de 100,000 latidos por día. ¡Probablemente no! Pero de las cosas que siempre ha llamado mi atención es el funcionamiento perfecto que tiene nuestro cuerpo. Un corazón que late, unos pulmones que procesan el aire, un estómago que digiere… y lo más maravilloso de todo esto es que Dios no puso todo esto bajo nuestra dirección o control.

Sin embargo, lo que respecta a nuestra mente, a nuestros pensamientos, es algo diferente. En esto nos pusieron en dirección, dándonos la elección de qué pensar.


Todos podemos tener días y semanas terribles, yo he pasado también por esos días, por situaciones difíciles, problemas económicos, por crisis que involucraron a mis hijos, a mis padres y hasta mis mascotas; en fin, varias cosas que pueden llegar a quebrar la fe.

Y sí, mis propios pensamientos, que en teoría deberían de estar bajo mi control, en ocasiones se vuelven un manojo de confusiones, y se descontrolan.

Entonces, llega la duda. La duda es cómo una jaula; sin embargo, esa jaula no debería estar cerrada porque la dirección de nuestro pensamiento es nuestra. Esa dirección es la llave que mantiene la jaula de la duda abierta o cerrada. Y todo está realmente en nuestro control.


La única manera en la que podemos descifrarlo es que si se cierra es a causa de nuestra poca fe. Por esos pensamientos que se salieron de nuestro control y que dejamos enjaularan la mente.


La Biblia nos dice lo siguiente sobre Abraham, “…creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia. Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido.” (Romanos 4:18-21)


Abraham creyó, no importando lo que estaba viviendo, solo creyó. No importó su edad. No importó lo que veía en él o en Sara, ni los años que transcurrían. Su Fe se mantuvo inquebrantable.

Y es esto lo que también tú y yo también necesitamos.


Cuando estoy en alguna situación incomprensible para mí, es cuando me obligo a que mi mente funcione como mi corazón.

Así que, si mi corazón sigue latiendo porque Dios está en su control y dirección; entonces, mi mente debe seguir creyendo porque debo trabajar con Dios como un equipo.

Mientras mi corazón bombea sangre. Mi mente produce pensamientos de fe sin vacilar o dudar en el poder de Dios y en que cumplirá Sus promesas.

Es así como nuestra mente puede renovarse cada día.


La duda enjaula tu mente, pero la fe la libera.

La fe te ayuda a volar y alcanzar lo que parece inalcanzable. ¿Tu fe tiene alas para volar?





 
 
 

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